domingo, 17 de enero de 2016

Quédate con tu tenedor




Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado solo tres meses de vida. Así que empezó a poner sus cosas “en orden”. Contactó a su obispo y lo citó en su casa para discutir algunos aspectos de su vida y última voluntad. Le dijo qué canciones quería que se cantaran en su funeral, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada. La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita. Todo estaba en orden y el obispo se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella: “Hay algo más”, dijo ella exaltada. “¿Qué es?” respondió el obispo. “Esto es muy importante”, continúo la mujer. “Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha.”
El obispo se quedo impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir. “Eso lo sorprende, ¿o no?” preguntó la mujer. “Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud.” dijo el obispo. La mujer explicó: 
“En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía: ‘quédate con tu tenedor’. Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir, como pastel de chocolate o pie de manzana. ¡Algo maravilloso y delicioso! Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi mano y quiero que se pregunten ‘¿y ese tenedor?’. Después quiero que usted les diga: ‘Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir’.”
Los ojos del obispo se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer despidiéndose. Él sabía que esta sería una de las últimas veces que la vería antes de su muerte pero también sabía que la mujer tenía un claro concepto de la vida y de la muerte. Ella sabía que algo mejor estaba por venir. 
En el funeral la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha.
Una y otra vez el obispo escuchó la pregunta “¿y ese tenedor?” y una y otra vez él sonrió. Durante su mensaje, el obispo les platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de que muriera. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que simbolizaba para ella. El obispo les dijo a las personas que él no podía dejar de pensar en el tenedor y que probablemente ellos tampoco; estaba en lo correcto. Así que la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor, déjalo recordarte que lo mejor esta aun por venir...

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